En nuestros tiempos se ha hablado mucho de la educación y de lo importante que es para el futuro de la sociedad. Sin embargo, hay personas que no tienen acceso a ella y es por este motivo que el gobierno se ha propuesto insertar a la pobreza en la educación.
En la década del ’90 Argentina tuvo un proceso de cambios estructurales que generó una redistribución regresiva del ingreso y modificó en el mismo sentido la estructura social. Se consolidó una dinámica social descendente que transformó en pobres a amplias capas de las clases medias y disminuyó la importancia relativa de este grupo social, paralelamente a la ampliación de los sectores pobres e indigentes. El signo de la época fue el agravamiento de las desigualdades que afectó a capas enteras de la población.
La escuela es una institución civilizatoria; de allí que pueda sostenerse que los colegios son instituciones del orden, dispositivos destinados a generar una compresión compartida de la realidad.
Los niños que están destinados a vivir en la pobreza, se encuentran en carencia de atención médica, nutrición, acceso a la información e inserción en la educación. En referencia a esto, a través de los años, distintas ONGs, asociaciones civiles, y el mismo Ministerio de Educación, han creado planes para que todo niño y adolescente que viva en la pobreza, tenga la posibilidad de estudiar. Un ejemplo de esto es el plan de alfabetización de D’elía, que consistió en analizar los planes o subsidios de $100 para reinsertar a los alumnos en el polimodal, y los PLANES CRECER, que intentan lograr que los chicos ya no vayan a las escuelas de la periferia, y sean reemplazados por los centros municipales.
Cuesta distinguir la escuela en su clásica función de distribuidora de saberes y conocimientos, de un ámbito de contención social. Dejó de ser el lugar donde se lleva a cabo el proceso de socialización primaria, donde el niño comienza a familiarizarse con las prácticas de lectura y escritura, para pasar a ser un ámbito de contención social y emocional, una familia, un comedor.
Frente a este panorama las instituciones educativas, van perdiendo su esencia, teniendo que afrontar problemas que la sociedad demanda y ante esto quienes optan por colegios privados, argumentando que la educación pública carece de calidad y prestigio. Sin ir más lejos, en la ciudad de La Plata, algunos colegios públicos que durante años fueron reconocidos por su excelencia académica, están a punto de cerrar cursos por no poder completar la totalidad de los cupos.
Agustina Lobos Nadal.
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